Inmortalicé el momento de nuestra despedida
haciendo una foto de tu mano con la mía,
unidas mientras esperabas la muerte
y ya sin el menor signo de vida.
Esa foto me golpeaba el alma
cada vez que la veía,
Un arma de doble filo,
quería conservar ese momento en imagen
y a la vez me
partía el corazón
cuando en el móvil me salía.
En un alarde de valentía terminé borrándola,
jamás se me
hubiese ocurrido compartirla,
ni enseñarla en ningún lugar,
algo tan, tan íntimo, sería obsceno,
o alguna otra palabra peor para describirlo.
Ese momento fue una imagen,
una imagen que no encontraré
en ningún dispositivo.
¿Cuántos píxeles hacen falta
para inmortalizar la muerte?
Vivirá grabada
en el mejor ordenador posible,
en mi mente,
de una nitidez absoluta
y para siempre.
Myriam Caterina