Mi madre bailaba,
bailaba y bailaba…
no comía, ni descansaba,
el baile era su pasión,
su vida, su respiración.
Amaba la danza,
tanto como la amo yo.
Era capaz de sacrificar su tiempo
muchas horas de clase
se pasaba el día
en su academia de baile.
Su alma se llenaba de gozo
cuando de puntillas bailaba,
y al bajarse de las puntas
las castañuelas tocaba
lo hacía con tanta gracia y salero
que los pies se desbocaban.
Su arte siempre lo llevaba
muy dentro del corazón,
y la vida la frustraba
y su época la ocultaba
y no era libre para hacer una elección,
no podía ser bailarina,
le decían todos que
esa no era una buena profesión
y se convirtió en esposa y madre,
un modelo de ficción.
Enloqueció cada día
triste vida, muerta estaba su ilusión,
murió escuchando la música
que tantas veces bailó,
para que entrase en la otra vida
y allí, por fin, pueda vivir su pasión.
Myriam Caterina
Fotrografía propiedad de Myriam Cobos