La lluvia en el cristal,
en el campo, en las aceras…
la lluvia en las calles del pueblo
como ríos se muestran,
cascadas por las cuestas
y música en los tejados,
nostalgia provoca el otoño,
vestido de gualda y rojo.
Embelesada me quedo,
mirando por la ventana,
las nubes van descargando
de agua una tonelada.
El campo la agradece,
el bosque está exaltado,
las setas se preparan
para nacer sin reparos.
Al poeta le inspiran versos,
romances y sonetos,
como un ritual sagrado
enciende la chimenea,
la leña se quema crujiendo,
en su mano una taza
de café humeante
y unas pastas de acompañamiento.
“Agua que no has de beber,
déjala correr” dice el refrán,
y la lluvia de esta tarde
corre, corre, corre…
limpiando las calles,
limpiando los valles…
Qué bella es la lluvia
salpicando en la ventana,
con su vestido de nube gris
y mil lágrimas en su
cara.
Myriam Caterina
(Fotografía propiedad de Myriam Cobos)
Precioso poema, Myriam. Y la foto, también.
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