Desierta está mi boca,
que perdió los besos
que me dabas
a todas horas.
Tristeza infinita siente
el lóbulo de mi oreja
cuando añora
el roce húmedo de tu lengua.
La tarde se hizo noche,
y clamaron las estrellas
una a una,
que vuelvan tus ojos a mirarme,
como lo hacían antes.
Destino cruel,
que separa las almas
después de haberse amado,
y cubre de nostálgico silencio,
un calendario lleno
de espacios vacíos.
Myriam Caterina
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