Los párpados de la naturaleza
comienzan a cerrarse,
y en su nostalgia veraniega
derraman lágrimas
que riegan el paisaje,
limpiando los árboles
de las hojas muertas.
Alfombrando el camino,
haciendo el suelo mullido
en los senderos perdidos.
Un manto de nubes blancas
comienza a cubrir el cielo
y un frescor profundo
penetra en la tierra.
Esa tierra necesitada
de un merecido descanso,
ahí está la fuerza
para renacer de nuevo.
Myriam Caterina
Del libro El inesperado éxito del petirrojo
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