La duda sibilina acecha,
sobre el aire del invierno,
desprende un hedor a olor
podrido,
cuando las cosas no son
claras
el ambiente está roído.
En un tanatorio cualquiera
unos por un lado,
otros por el otro…
no hay Dios que se aclare
con este desvarío
de corazones rotos.
Guardan un mensaje, una
llamada,
o un pensamiento en la
mañana,
oscuras sombras se ciernen
sobre las cabezas
embarulladas.
Hay que dar gracias al
cielo
por tener serenidad,
hay que tomarse la vida
con calma
y siempre, siempre,
siempre
defender la verdad.
Myriam Caterina
Fotografía propiedad de pixabay
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