Cuando era pequeña,
le decían que estaba loca,
porque inventaba poesías
saltando por las montañas.
Le decían que estaba loca,
cuando el Ballet era su vida
y soñaba con escenarios
de cisnes en los lagos.
Le decían que estaba loca,
porque quería una casa propia
donde formar una familia.
Le decían que estaba loca
cuando coleccionaba figuritas
y jarrones chinos,
quizás en un deseo de viajar
lo más lejos posible.
De tanto creerla loca,
enloqueció de verdad,
comenzó a perder la cabeza
cuando su vida
había llegado al invierno
y tan solo le quedaba la ilusión,
de que hubiese amapolas en el cielo.
Myriam Caterina
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