Tuve metido el llanto de mi madre
en mis oídos mucho tiempo,
abría un grifo y la escuchaba,
retumbaba su grito desesperado
en mi cabeza:
¡Amor mío, no te vayas!
Mis padres se amaban,
se amaban tanto,
que cuando la muerte los separó,
mi madre no tuvo consuelo.
En diferentes tiempos,
vi entrar sus ataúdes
en el mismo nicho,
hice inscribir sus nombres
en la misma lápida.
Se amaban hasta la muerte,
se amaron siempre
y sé con firmeza,
que se amarán eternamente.
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