viernes, 30 de septiembre de 2016

A SOLAS EL ORDENADOR Y YO

En la oscuridad escucho un sonido,
el latido inquieto de mi corazón,
el fluir de las arterias
a borbotones haciendo su recorrido.
Escucho con el alma
el sonido  de la noche,
un vacío que golpea mi cara.
La ceguera de mis ojos
acude a la luz
ineludible del ordenador,
fijando en la pantalla la vista,
estoy atónita,
como una pobre polilla
al final de su destino,
escribo, sólo escribo…
escribo, automáticamente,
versos perdidos.


Myriam Cobos

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