En el silencio de la soledad
mi alma grita tu nombre
esparciendo estrellas hacia tu boca,
recorriendo infinitos de tristeza
de una noche larga, inmensa…
Mis pies hundidos en la arena
inmóviles como rocas,
quisieran liberar esta condena.
Mis brazos tendidos al viento
siguen intentando
volar,
en un rítmico aleteo estéril,
inerte, infructuoso…
No me rindo…
sé que aún me queda fuerza,
para seguir batallando
hasta el último suspiro,
que me lleve...a la vida eterna.
Myriam Cobos
Soledad, es palabra que tantas veces nos acompaña en la habitación vacía, donde nuestros pensamientos parecen pájaros al viento que se dejan llevar y que cuando analizamos todo, resulta difícil olvidar un amor, un amigo inseparable, porque los lazos que nos unían eran fuertes, verdaderos. Pero como bien dices, tus pies se quedan inerte sobre la arena, es la sensación de hundirte en ella y no poder escapar, pero lo importante de todo esto, es no rendirse, porque siempre sacaremos fuerzas de flaquezas, no es fácil, decir, no me rindo, es más tentador rendirse que seguir, pero la lucha siempre está ahí, mientras persista, llegaremos a la eternidad, tan deseada y esperada por todos. Un abrazo amiga, esto me ha gustado y me ha llegado al alma.
ResponderEliminarMuchas gracias querida Ruth, tus palabras son preciosas. Me alegra mucho que te haya gustado y te haya llegado tan profundo. Un gran abrazo amiga.
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