sábado, 9 de enero de 2021

VARSOVIA

 

He pasado frío, mucho frío...
Te escribo desde las húmedas mazmorras de Varsovia, echándome vaho de mi boca en los nudillos, para que no se entumezcan y pueda terminar de relatarte mi historia, antes de que la parca me lleve.

Fui malo, muy malo, tremendamente malo, y lo peor de todo es que no me arrepiento.

¿Cómo llegué hasta aquí? ¿Coincidencias del destino?¿Casualidad, fatalidad, castigo?
Ni siquiera lo sé. No me atrevo a juzgar porqué estoy aquí sólo, muriendo de frío.
¡Odio el frío! Intento recordar las cálidas tardes junto a la chimenea en aquella casita de Milán... ¿Te acuerdas?

Eso tampoco me reconforta, me hace llorar...pero mis lágrimas están calientes.


— ¡Alfredo, despierta!
— ¿Han venido ya los Reyes?
— Mira a ver si te han dejado algo.


Siempre temía que me dejasen un trozo de carbón, pero lo que de verdad temía era que no se acordasen de mí, que pasasen de largo.

Corría hacia el comedor para llegar antes que mis hermanos y abrir todos los regalos, creía que eran para quien antes los abría, mi madre me regañaba, yo sonreía por dentro, les había ganado.

Siempre fui rápido, por eso he sido clave en esta operación secreta.
Tiemblo, no puedo seguir.

Después del caldo caliente que me traen cuando el sol entra por el ventanuco, continuaré contándote, no te vayas, por favor, espérame… Escribo desde la amargura y ese no es un buen lugar para escribir. 

 

Ya he tomado el caldo insípido, amargo, pero bien caliente.

Les pido siempre un trozo de pan para acompañarlo y espesarlo un poco, no me entienden, no sé cómo se dice en su maldito idioma. ¡Me desespero! 

Jamás he pedido nada, no soy de pedir, pero quiero terminar de contarte, resistiré solamente por ti. 

Necesito fundir mis lágrimas en el agua salada del mar. Necesito volver a ver tu rostro sonriente y la casa de mi madre. 

Tengo que confesar que nunca me llevé bien con ella, pero en estos momentos daría todo por que me abrazara de nuevo y me sirviera un caldo caliente de sopa de los que antes odiaba. 

Nos pillaron amor, nos atraparon y nos encerraron aquí. Todo estaba bien planeado, teníamos todas las opciones a nuestro favor, pero algo falló, y me debato día y noche pensando qué fue. 

No he vuelto a ver a mis compañeros, nos trajeron de noche y nos separaron. Esta es la mayor tortura, mayor que cualquiera de las que me infringen cada día, el no saber dónde están, si estarán vivos, si habrán hablado…aún estoy aquí, eso significa que no saben nada. 

Tengo que dejarte, escucho las pisadas de mi carcelero, cien kilos de mole que me destroza los huesos cada vez que me saca de la celda. 

¡Ohhh no! Esta vez viene acompañado, me temo lo peor.

Ha comenzado a golpearme la cabeza, lo saben. Sólo veo tu rostro, me sonríes, espérame amor, no te vayas…

 

Myriam Caterina

Fotografía propiedad de Myriam Cobos



 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario